Dificultad: Súper fácil
Tiempo estimado: 2 minutos
Porciones: 1 vaso (podés escalar según lo que necesites)

¿Querés leche vegetal pero no tenés ganas de remojar los frutos secos, colarlos, no tenés procesadora, ni tampoco querés ensuciar la cocina?
Acá va una solución real, rápida y deliciosa: leche vegetal al instante, hecha con nuestras pastas de frutos secos 100% naturales.

Solo necesitás agua y tu pasta Ancestral favorita. Mezclás, batís o agitás… ¡y listo! Una opción sin conservantes, sin aditivos raros, sin desperdicios y con sabor auténtico. Podés endulzar a justo, y agregar sabor con lo que más te guste, vainilla, canela, hay infinitas combinaciones.

¿Cómo se hace?

Base para 1 taza (250 ml) de leche vegetal:

  • 1 cucharada colmada (aprox. 20 g) de pasta de frutos secos Ancestral

  • 1 taza de agua

  • (Opcional: canela, vainilla, dátil, cacao o lo que ames sumar)

Preparación:

  1. En un vaso, frasco o shaker, colocá la pasta y el agua.

  2. Mezclá bien con cuchara o batidor. Si querés una textura más lisa, usá mini mixer o shaker.

  3. Agregá el extra que más te guste (un toque de vainilla o canela va increíble).

  4. ¡Y listo! Tenés leche vegetal fresca, sin complicaciones.

💡 Tip Ancestral: Si te gusta más intensa, usá menos agua. Si la querés más suave, sumá más agua. Ajustás vos.


¿Con qué pastas queda mejor?

🥜 Pasta de maní o maní y coco:
Ideal para desayuno con granola o café con leche vegetal.

🌰 Pasta de almendras:
Clásica, suave, va con todo. Perfecta para cocinar o tomar sola.

🌰 Pasta de avellanas o Gianduia:
Más intensa, con ese sabor a postre… para bebidas especiales (como chocolate caliente).

🌱 Pasta de cajú:
Súper cremosa, no deja sedimento, y combina increíble con frutas o matcha.

🥥 Pasta de almendras y coco:
Un toque tropical para los que buscan algo distinto.


Una forma muy rica de usarla 

Latte cremoso de avellanas:
Calentá tu leche hecha con pasta de avellanas, agregá café y batí un poco. Queda espumoso y con aroma a cafetería.


🧠 Tip Ancestral:

Hacela al momento, en la cantidad justa.
Nada se pone feo, no hay que colar ni remojar, y siempre podés ajustar intensidad y sabor según lo que tengas ganas.

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Lo simple, cuando es real, es mucho más rico.